Thursday, September 14, 2006

¿Los hombres son menos propensos que las mujeres a deprimirse, o sólo son menos capaces de reconocerlo?

Las diferencias de género son notorias en las estadísticas sobre trastornos mentales comunes (depresión, ansiedad y quejas somáticas). Estos trastornos, que predominan en las mujeres, afectan aproximadamente a 1 de cada 3 personas en la comunidad y constituyen un serio problema para la salud pública. Entre estos, la depresión unipolar, que, según las estimaciones, será la segunda causa de carga de discapacidad mundial en 2020, es dos veces más común entre las mujeres.
Algunos médicos dicen que esto se debe a que las mujeres presentan cambios hormonales durante la menstruación, embarazo, parto y menopausia, lo cual podría contribuir a la depresión o complicar su tratamiento. Pero sin duda existe una gran cantidad de factores psicosociales que pueden contribuir a explicar estas diferencias de género.
No obstante el predominio de la Depresión femenina, en los hombres la depresión también es un problema generalizado, y es importante entender sus diferencias con la depresión en las mujeres.
Ya sea porque algunos hombres tienen vergüenza de admitir que tienen una enfermedad mental o porque no se contactan con sus emociones y afectos como las mujeres, la investigación muestra que los hombres tienden a ignorar los síntomas de depresión.
Las mujeres son más propensas a tener ansiedad en asociación con su depresión, mientras que los hombres son más propensos al abuso de sustancias, trastorno de conducta, o problemas corporales. Los hombres están más expuestos que las mujeres a cometer suicidio, aunque las mujeres son más propensas a intentar suicidarse. Más desafortunadamente aún, los hombres evitan hablar acerca de sus sentimientos, pedir ayuda y buscar tratamiento para la depresión.
Los hombres temen las repercusiones de admitir que tienen un trastorno mental: que sus colegas, amigos y familia los desvaloricen si buscan ayuda para la depresión; que su seguridad laboral y su carrera profesional sean afectados de manera negativa si sus colegas o jefe se enteran que están deprimidos.Estos temores hacen más difícil diagnosticar y tratar la depresión masculina.
Los síntomas comunes en la depresión, sin importar el género son: humor triste, ansioso o "vacío" que persiste en el tiempo; sentimientos de desesperanza y pesimismo; sentimientos de culpa e inutilidad ; pérdida de interés o placer en pasatiempos y actividades que alguna vez disfrutó, incluyendo el sexo; disminución de la energía y fatiga elevada; dificultad para concentrarse, recordar y tomar decisiones; insomnio, despertarse temprano por la mañana o dormir en exceso; pérdida de apetito y de peso, o –por el contrario- comer en exceso y aumentar de peso; pensamientos de muerte o suicidio; intentos de suicidio; agitación e irritabilidad; y síntomas físicos persistentes que no responden a tratamiento, como dolores de cabeza, trastornos digestivos y dolor crónico
La mayoría de los hombres deprimidos son menos propensos a experimentar tristeza, inutilidad y culpa como síntomas de depresión. Habitualmente no advierten que los síntomas físicos - dolores de cabeza, trastornos digestivos y dolor crónico - pueden estar asociados con la depresión. Sin embargo, ellos son capaces de experimentar fatiga, irritabilidad, ira, pérdida de interés en relaciones, pasar tiempo excesivo en el trabajo, disminución de interés en pasatiempos, y trastornos del sueño.
Si cree que puede estar deprimido, consulte con su médico.
Es posible que otro problema de salud esté causando síntomas depresivos que desaparecerán al tratar el problema que los originó. Pero, si su médico determina que sus síntomas no son causados por otro problema, debiera derivarlo para una evaluación por un Médico Psiquiatra..
Dependiendo de su diagnóstico, los tratamientos para la depresión pueden incluir una combinación de medicamentos, psicoterapia y otras recomendaciones que ayudan a aliviar los síntomas de depresión.
Además de su terapia prescrita, se sugiere incorporar las siguientes estrategias en su vida para ayudar a lidiar con la depresión: hacer ejercicio leve; ir al cine, participar en deportes recrativos u otras actividades sociales; fijar metas realistas de recuperación; encontrar alguien en quien confiar ; esperar que su humor mejore gradualmente, no de la noche a la mañana; posponer decisiones importantes hasta que su depresión se haya disipado; dejar que su familia y amigos lo ayuden a lidiar con la depresión.
Es importante para los hombres entender que la depresión es una enfermedad, no una señal de debilidad. La depresión puede tratarse exitosamente, y buscar tratamiento puede mejorar su calidad de vida, así como la de las personas cercanas a ellos.

El dolor y el sufrimiento no son enfermedades

La transformación del dolor y el sufrimiento en problemas a los que corresponde una respuesta médica ocurre porque estas experiencias humanas son descontextualizados de la biografía de las personas y del entorno social en el que estas se desenvuelven y son resignificados como "enfermedades" o "problemas de salud".
Junto con generar una aumento de la demanda al sistema sanitario, -cuya respuesta resulta de dudosa eficacia en estos casos-, este fenómeno contribuye a banalizar las grandes necesidades de atención insatisfechas respecto a los verdaderos pacientes, y deslegitima las propuestas técnica y éticamente fundadas para mejorar los sistemas de atención en salud mental.
Por otra parte, se enmarca en lo psicológico y en lo íntimo asuntos de orden ético y de ámbito público y esto puede colocar al individuo como un espectador pasivo y enfermo ante los avatares de la vida. De alguna manera, se puede invalidar la capacidad de afrontamiento y se fomenta la necesidad de los ciudadanos de que sus conductas y emociones sean gestionadas por unos expertos: los profesionales de la salud mental.
La salud mental puede convertirse en la coartada personal frente a situaciones sociales injustas, respaldando el debilitamiento de las redes tradicionales de contención o llenando el vacío que deja el sistema social: cuidadores de ancianos sin ayudas familiares, niños y jóvenes hostilizados por sus compañeros en Colegios poco atentos, víctimas de relaciones labores injustas que el propio sindicato deriva a los técnicos de lo “psicológico”,conforman una multitud cuyo malestar contagia a quienes ejercen las funciones profesionales demandadas.
Muchos profesionales y pacientes reclaman más recursos y posibilidades de terapias psicológicas y de consejería para poder atender a esta población, pero se ha descrito que cuanto más aumentan los recursos más se incrementan las demandas.
Probablemente sea más útil para nuestros pacientes que no confundiéramos enfermedad con malestar y sufrimiento y que seamos capaces de dar consejos y orientaciones pertinentes y realistas, sin descartar la medicación mínima necesaria para aliviar sus síntomas y mejorar su eficacia psicosocial para enfrentar los problemas y lograr alivios permanentes y autónomos.